El baile bueno de las cosas
En un intento de proporcionar una videografía especializada actual, más allá de la revisión de la Golden Era, que incluía números de baile en sus narraciones cinematográficas, he vuelto a ver algunas películas ya conocidas y he sucumbido también a algunas series de Netflix. Del mismo modo en que el que escribe debe leer, el que baila debe ver baile, en directo y en diferido.
De entre las películas relativamente recientes y centradas en este aprendizaje, habría que destacar Whatever Lola Wants, dirigida por Nabil Ayouch y protagonizada por Laura Ramsey; narra el consabido viaje interior a través del exterior que la lleva de Nueva York al Cairo, donde se vuelca en el aprendizaje de la danza del vientre con no pocas dificultades. Muestra los cabarets y también ese paradójico contraste entre la práctica del baile, casi clandestina, y el estreno de un espectáculo indiscutiblemente exitoso en el mejor de los teatros.
La película es una de esas en las que uno se alegra genuinamente de que a la protagonista le vaya bien. Es bonita, pero creo que deja puesto el foco en la recepción de baile y su contexto, alejándolo del proceso creativo y su deseable transfiguración egótica. El director, de padre marroquí musulmán, madre judía tunecina y vida parisina, seguramente quiso hacer un juego de discordancias contextual, pues la bailarina despliega su impulso ya desde el principio.
La escena en la que su maestra le habla del éxtasis, en árabe tarab, es quizá la que más se sale de esa preocupación y alarma por la aceptación e invita a la joven a explorar en una la expresividad desde una conexión espiritual en un sentido amplio. Y la actuación final nos brinda una preciosa versión de Natacha Atlas de la canción que da título al film.
Entrando ya en el mundo de Netflix, vi Let’s dance (bailemos), de Ladislas Chollat. También francesa, la película muestra cómo la danza clásica ha ido dando lugar a la moderna y lo hace a través del conflicto que sentimos de jóvenes, devaneando entre la personalidad “propia” y la heredada. También bonita y con una cámara amable, detallista y efectista por momentos a la hora de filmar el movimiento y el esfuerzo y el peligro que supone, ese que deliberadamente escondemos al público como parte de la magia del escenario.
A esa película le sucedió Tiny Pretty Things – El precio de la perfección, una serie de televisión estadounidense creada por Michael MacLennan que me tuvo en vilo constante; a ratos quería pararla y a ratos la paraba para subir el volumen. Los que hemos crecido viendo Fama sabemos que el mundo entero se resume en una clase de baile y que la alegría va unida a la competitividad y al miedo al fracaso, siendo este un baremo externo y cruel. Pero sabemos también que en el mero intento se despliega una potencialidad del ser sublime, erótica, bella.
Sabemos que la fama cuesta. Lo que no sabíamos, al menos yo, es lo que cuesta hoy en día.

He de reconocer que la serie consigue que estemos en la clase con los personajes, en Chicago. Y que el baile se entiende aquí como un derecho que se ejerce, costosa y furibundamente.
Y así llegue al proverbial En movimiento, un documental maravillosamente dirigido por Thierry Demaizière y Alban Teurlai a través del cual mucho he viajado y llorado. Pina Baush, Maguy Marin, Ohat Naharin… ¡Son tantos los pasos! En palabras de Laura Falcoff, esta joya “habla de la danza de una manera reveladora y profunda; pero también habla de otras cosas: de los lazos familiares, del amor, de la pasión, del dolor y de la riqueza cultural de este mundo al que llamamos globalizado.“ https://www.clarin.com/espectaculos/tv/movimiento–netflix-danza-colores_0_otMmfjMXi.html
Pero no fue hasta ver de nuevo Silver Linings Playbook Traducida como El lado bueno de las cosas, cuando entendí lo que me urgía compartir realmente aquí con vosotros: seremos capaces de mejorar en nuestra técnica, presencia, memoria coreográfica, compañerismo maduro…, si nos mantenemos cerca del detonante primero. Aquí los personajes no son bailarines profesionales ni mucho menos ciudadanos ejemplares, a duras penas integrados. No tienen una sensibilidad artística sofisticada. Tampoco gozan del disfrute de la alta cultura. Pero acuden al baile cabizbajos, afligidos, y encuentran en él un cobijo, un nido, que trasciende al objetivo buenista de la terapia, que va más allá del sentirse mejor, que va o, mejor dicho, vuelve a sentirse sencillamente vivo. ¿Por qué moverse, si no es para mostrar a los de alrededor ese tontorrón milagro, ese pasmo hipnótico, compartido? El baile bueno de las cosas.
https://www.sensacine.com/peliculas/pelicula-145397/trailer-19429538
(Vos)
https://www.sensacine.com/peliculas/pelicula-145397/trailer-19442089
(español)
Este post está dedicado a mi hermano J. Alberto, con mis mejores deseos para su nueva vida.




